Erase
una vez, una mujer que acudía al puerto cada vez que estaba sola, la
última vez que acudió al puerto, fue porque su novio le había
dejado, ella muy triste no paraba de llorar, cada vez que se
enfadaba, decía cosas como: que grande es el puerto con sus enormes
barcos, el puerto no está solo tiene compañía, ojala yo fuera como
el, ojala tuviera a alguien con el que vivir.
El
puerto, escuchaba siempre lo que la mujer decía, pero derrepente
apareció un apuesto pescador que también esta solo, la mujer
tropezó con el hombre y le pidió perdón, el puerto sabía que
ellos iban ha acabar casándose, pero ese momento no era muy oportuno
al día siguiente se encontraron en una cafetería y decidieron
tomar un café.
Un
mes después, se volvieron a ver por la calle, al chico le gustaba
tanto la chica, que decidió pedirle salir, quedaron en el puerto.
El
chico llegó al puerto y se cayó en las dársenas, se hizo mucho
daño y decidió ir a echarse agua del puerto.
Pero
la chica no le veía entonces se puso ha llorar, el puerto se
preguntaba porque lloraba la mujer.
La
mujer se fue a su casa, cuando el hombre llegó la mujer no estaba y
el hombre se fue.
Al
día siguiente, la mujer llamó al hombre, para preguntarle porque no
fue al puerto, el hombre se lo explico todo.
La
mujer le preguntó que si quería salir, el hombre dijo que si.
Cuando
la mujer y el hombre llegaron al puerto y el hombre le dijo si se
quería casar con él y la mujer con el agua del puerto en los pies
dijo que si quería.
El
hombre y la mujer se casaron en el puerto, se fueron de luna de miel
en un barco y vivieron cerca de la playa y el puerto.
Todas
las mañanas veían el amanecer juntos en el puerto de Motril donde
vivieron felices.
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